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Mi jugo no tiene preservativos

El sol brillaba como nunca antes había brillado en la ciudad, sus rayos de sol se metían por toda ranura o rejilla que encontrara para quemar algún cuerpo sudoroso. Por las montañas no se veía una sola nube y el viento no venía nisiquiera a traer esperanzas de que se acercarían buenas sombras celestiales. Creía que en el parque, a las sombra de los árboles me iba a refrescar y que el mismo sonido de sus hojas que bailaban con el aire me harían olvidar del infierno pegotudo que estaba viviendo la ciudad; pero no, todo lo contrario, el calor era más intenso, más ardiente, golpeaba mi cuerpo lleno de ira, envolvía con su temperatura hasta lo que no salía a la luz y mi ropa se llenaba de asquerosas islas humedas que se pegaban a mi cuerpo. Abría la boca, ampliaba las fozas nasales y hacía un esfuerzo inutil por que mis oidos se abrieran más para que circulara algo de ese espeso y escaso oxigeno que se deslizaba como un liquido amargo.
Me secaba unas cuantas gotas de sudor que se habían generado debajo de mis ojos, y las cascadas de agua que bajaban desde mi axila me hacían estremecer del desespero. Así que no aguante más, fui por un jugo, una bebida cualquiera que espantara el calor así fuera por un momento; aunque por experiencia sé, que al beber algo muy frío el calor que le sigue es peor. Pero quería sentir algo de frescura en mi cuerpo, un momento de brisa, de poder cerrar los ojos e imaginarme por un momento estando en un clima normal, humano.
Me acerque a la tienda del parque, pedí agua helada, pero no tenían, se les había agotado, de los jugos ya no tenían existencia y las gaseosas se habían vendido todas, los helados era inutil pues morían derretidos en el acto por este sol asesino al salir de la nevera.
- Por favor señor, ¿seguro no tiene nada que me pueda vender?, busque, busque bien- Mi voz salía entrecortada y aunque mis ojos querían llorar, la poca agua que me quedaba en el interior estaba destinada al sudor.
- No sé joven, deje a ver- El señor abrio una de las neveras que tenía, de las más viejas que había en la tiendita. de ella salio un vapor de frío tan blanco y tan refrescante a la vista que me llenó de emociones que generaban aún más calor en mi cuerpo. El tendero movía unas bolsas, las abría, las cerraba, quitaba escarcha. - Aquí encontré algo, esperese yo me fijo que no este vencido o algo
- No me importa señor, estoy que me pego un tiro por cualquier gota de liquido fresco, ¡venga demelo así!.
El señor me lo entregó y no me pidio dinero a cambio, me pasó un pitillo y me fui para mi pequeño espacio debajo de las supuestas sombras de los arboles. Pasaba el frio envase de vidrio por mi cara, mis mejilla, debajo del cuello, me quite la camiseta sin importar que alguien viera mi cuerpo poco glorioso y pase la botella por mi torso. Le quité la tapa y veía como el hielo se descongelaba, y se iba volviendo el liquido que pronto pasaría por mi boca. introduje el pitillo sosteniendolo con mi boca y mientras lo sumergía iba succionandolo. Cerre los ojos e inmediatamente una borrasca de aire fresco golpeo mi cara, mi piel absorbió el sudor y el brillo de mi piel iba desapareciendo, de mi nariz salían exhalaciones frías y de mi mente sólo el deseo de que ésto no se acabara. Disfrutaba cada centimetro cúbico de ese envase y mi lengua se deleitaba con un sabor helado, el liquido se sentía bajar por el aparato dijestivo, llegando a enfríar todo lo que ya estaba en punto de ebullición dentro de él.
Sostenía el envase con ambas manos con el objetivo de que el frío que quedaba de esa nevera se escapara por mis manos, pero de un momento a otro el envase cambio ese frío grandioso por un ardiente más caliente que el del mismo asfalto asotado por el calor, mi lengua se lleno de ampollas al recibir el quemon de los mil demonios que dejaba el liquido, que, al abrir los ojos, ví que estaba hirviendo en el envase mismo, y que el líquido comenzaba a reproducirse, a desbordarse del envase con gran velocidad. La botella parecía vomitar a chorros el líquido que contenía, sin que quedara vacía. Me monté a una pequeña banquita del parque y veía como las zonas verdes se llenaban de esta solución caliente, como empezaba a llenar las calles y a tapar las raices de los árboles más viejos. Sólo me quedé petrificado viendo la botella soltando litros y litros y litros de el liquido oscuro de sabor a fruta indescifrable y alcance a ver un letrerito pequeño que decía "No tiene preservativos, alejelo de temperaturas altas extremas pues sus moléculas podrían caer en un exceso de pasión ardiente que ocasionaría una pequeña suma en el volumen del jugo".
Muchos quedaron sumergidos en su sabor, otros quedarton extasiados con su volumen, muchos empapados de su poca frescura, lo cierto es que despues de un rato, la ciudad quedó cubierta de este líquido, que por el mismo sol se empezo a secar sobre los ladrillos, los carros y la gente dejando una "ligera" sensación pegotuda peor que la del pesado bochorno del sol.

Comments

Anonymous said…
Ps ojala esa sola neurona tampoco tenga y use preservativos, para q se reproduzca mucho mucho y nos de muchas mas historias interesantes!!!
Anonymous said…
Hola Pablo, te felicito, eres un gran escritor, tienes una gran imaginación, y un talento para capturar a la gente con tus palabras, cultivalo y sobretodo... COMPARTELO!!!

David

PD: Tienes mas historias para publicar?
Paulafat said…
pq, me alegra mucho que te sirva el escritoimpro.Tendre que inventar frases mas dificiles.

Es una historia muy pablesca!
TQM

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